viernes, 15 de septiembre de 2017

Anatomía breve de un exilio tardío

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Ayer tarde se cumplieron 2 años romanos desde que dejé la madre o madrastra patria según la perspectiva (estos tiempos modernos permiten la visión panóptica de la realidad, de políptico multicolor, sin pudor alguno). Por desgracia, no tengo la pluma de Gracián para restar espesor a la redacción pero seré breve.

Estas melancólicas líneas, añorando a Baudelaire en la inspiración que no llega, están dedicadas a todos aquellos que me han acompañado con afecto, desmedido o no, a lo largo del periplo.

Como el tiempo es relativo (es además una categoría de adaptación que diría Kant) poco importa si se me ha pasado rápido o lento. Ha sido rápido, vertiginoso, pero si adoro tanto a Kundera debería haber buscado algo más de calma y acento reflexivo. Ecuador palpó y sufrió estoicamente mi ansia, tres universidades en dos años y otros tantos cargos de gestión, coordinador de investigación, vicerrector académico y asesor del rectorado. "No paras" me dicen desde España y uno se detiene pensando y temiendo...no que sea cierto, sino que a uno le caen los cargos como a Newton manzanas. Será la ley de la gravedad. Será "el pico de oro" que decía una joven compañera de los tiempos de la recia y linda Vetusta.

Lo cierto es que en este regio período que me regaló Ecuador las experiencias son tantas y tan intensas que podría poner a mis futuros nietos en las rodillas y contarles historias edulcoradas como si correspondieran a media vida.

Primero fue la fase emblemática, de inicio dulce y fin amargo en su etapa serrana. Después la fase amazónica de inicio y final dulces y transitar salado y picante.

De Chuquipata guardo hermosos recuerdos, como la oveja que nos acompañó en el mindfulness, los paseos a la biblioteca con David Olivo, el visionario invidente, agarrado de mi hombro hablándome de los audiolibros y los documentales de Psicología que a su madura edad ingería cual imberbe adolescente. Los cafés y las sobremesas en la cafetería de Byron y familia o los paseos por el puente del río Burgay al que llegábamos por un camino de piedras similar a los toboganes de bolas en los que juegan los niños en las ludotecas españolas. Las mañanas agitadas en el carro de Angel Fajardo. El amanecer en Cuenquita. Muchos son los rostros que recuerdo aún con lágrimas en los ojos de aquella no corta estancia. Otros rostros más bien me llevan a blasfemar pero gracias a ellos se hace camino al andar.

Del Tena, qué decir, tierra inhóspita pero de una belleza natural insultante e inimaginable. Abrupto su clima, rudas y llenas de beldad sus gentes, poéticas crestas las de las olas de sus ríos, espectacularmente nítido y reparador su silencio de fin de semana, sus noches tranquilas, su vida mundana y sus bichos, sus muchos bichos que o te dejan de picar o te dejan anestesia permanente imbuida en cada uno de los músculos, imaginables y no imaginables de tu cuerpo. El metal del Tongas, los gritos de los guaguas de sol a sol en sus calles y tantas tardes de paz. El aeropuerto 2, Las Palmas, Misahuallí, ese río que remeda el mismo amazonas y la biblioteca de Ikiam, repleta de guambras aporreando las computadores y otra vez el café,el café de Betita. Ojalá que todo siga igual. En apariencia me olvido de tanta gente que me hizo feliz en la amazonía, pero estáis aquí entre tres o cuatro dendritas, aferrados como estrellas en la vía láctea, en especial mis alumnos, razón, luz, eje y vértebra principal de mi carrera, de mi profesión, de mi existencia junto con los coprotagonistas de esta historia, Montserrat, Oscar y Lara, tres valientes a la deriva en mi patera que hace agua.

Y no me consigo olvidar de los perros callejeros, los que llevaban collar y los que no lo llevaban, los que ladraban y los que no ladraban, los parientes del lobo y los parientes del homo sapiens. A todos ellos un cariñoso recuerdo.

El camino ha tenido sus guijarros, algunos duros y otros blandos pero al menos, este bendito país me ha dado un rumbo, una brújula, unas sandalias y muchas ganas de caminar.

Gracias Ecuador

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