sábado, 20 de abril de 2019

PhD's en la Universidad, el fin de la discusión

Como ya es habitual en Ecuador, el tedio de la acción política, la curva de Greenberg (en términos periodísticos) o simplemente cualquier otro proceso estocástico o determinístico conspiratorio, ha situado nuevamente a los PhD en el punto de mira de la opinión pública, lo cual supone división de la audiencia casi en partes iguales por propia idiosincrasia teórica de tales fenómenos (cfr. Claudio Monzón). Esta entrada no obstante, no pretende ser salomónica ni busca complacer al mass appeal, simplemente añadir leña al fuego o en el peor de los casos convertirse en "palomino por añadidura" como aquel ave que proveía la cazuela de Don Quijote. Asimismo, es sabido, que el debate ha sido reabierto por un grupo de asambleistas. Las intenciones más parecen obedecer al legítimo prurito ahorrativo (de ligero tufo neocon) que sirva como suculento lenitivo a la caja del Estado, puesto que se antoja obvio que con la medida no se busca incrementar la calidad del sistema. Otras voluntades más aviesas relacionadas con perpetuar sillas o sillones o pago de favores no se contemplan en este artículo.

La temática no es nueva, en este mismo blog el lector puede leer "De científicos a chanchos" o "Ser o no ser PhD" entre otras entradas dedicadas a la temática.

Realmente, el debate podría acabarse rápidamente con dos argumentos, a saber: el término doctor procede de la voz latina "doceo, doces, docere" (enseñar) y más concretamente de "doctorum" conjugación infitinita futura del verbo anterior que significaría "haber de enseñar" lo cual en castellano actual resulta cacofónico y podríamos traducir  muy libremente como "deber enseñar o deber de enseñar". En segundo lugar, dudar de la necesidad o no de incluir doctores en las instituciones de educación superior sería como dudar de que un sacerdote debe saber Teología o un astronauta debe saber Astrofísica. En este mismo sentido, casi todos los países del mundo consideran inherentes las labores de docencia, investigación y tutoría, fundamentalmente en la educación superior. En casi todos los países se ha incluido además el término Doctor en Filosofía (PhD) como generalización para aquellos que han sustentado una tesis doctoral después de un proceso que de promedio dura 3 a 4 años e incluye diferentes fórmulas de posgraduación y un proceso investigador de alta especialización y exigencia. Es por ello que el título de PhD es el más alto grado de estudios que puede alcanzar una persona. En los países más desarrollados además es un requisito o mérito para acceder a la política y la figura tiene una altísima consideración social. La razón por la que se le denomina doctor en Filosofía en el caso normalmente de ciencias sociales y doctor en Ciencias para las llamadas ciencias básicas, experimentales o vulgarmente ciencias duras, es porque Filosofía (voz griega) significa "amor por el saber". Es aquí donde la discusión podría zanjarse puesto es tan evidente la ligazón entre el grado de doctor y la academia que no amerita debate alguno, como no lo amerita la polémica sobre si la tierra es plana o no lo es puesto que ya Eratóstenes lo demostró con un simple palo y su sombra y hoy en día cualquiera puede reproducir la experiencia. Aún así, existen terraplanistas convencidos lo cual da cuenta de la estupidez humana que como diría Einstein, es definitivamente infinita. Esa re-ligación (puesto que es casi de orden espiritual) entre doctorado y academia queda constatada por estudios norteamericanos que señalan como casi el 60% de los estudiantes de posgrado que realizan doctorado trabajan en universidades.

A pesar de que quedan pocos argumentos no falaces sobre la mesa conviene detenerse en recordar un par de artículos interesantes si usted está claramente decidido a continuar con su PhD o lucir orgulloso su título si ya lo tiene, puesto que el reconocimiento del esfuerzo dedicado a la obtención del doctorado se convierte en un canto solipsista, solo el doctorando o el doctor parecen conocerlo (en mi caso desde hace 23 años). Sepa que según un estudio publicado en Nature Biotechnology en 2018 su salud mental corre serio peligro, hacer el doctorado está relacionado con altos niveles de ansiedad y depresión. Por otra parte, si lo que está usted es preocupado por el impacto que los PhD's producen en la sociedad, fundamentalmente económico, revise el estudio de Georgia State University que no deja lugar a dudas. Por último y volviendo a nuestra sociedad ecuatoriana revise cualquier estadística oficial por internet sobre publicaciones científicas, desde 2010 Ecuador ha quintuplicado su producción, algo que sin duda se debe a la política científica impulsada durante el gobierno anterior, aunque pueda tener luces y sombras impulsó la incorporación de científicos extranjeros y la formación de jóvenes nacionales en un intercambio que a la luz de los resultados productivos, ha colocado a Ecuador en el mapa científico mundial pasando de tener menos de 1000 publicaciones a casi 5000, sin tener en cuenta la incorporación de muchos jóvenes ecuatorianos a instituciones de primer nivel mundial (tal vez esa generación se pierda si no se toman medidas, bien porque no encuentren trabajo en las IE's en su propio país, bien porque deban emigrar, básicamente a Europa o Estados Unidos, beneficiando a los países de destino cambiando su filiación).

Particularmente, en el caso de la Psicología el atraso en latinoamérica ha sido considerable y los talentos hispanoamericanos han recalado en instituciones anglosajonas, tal es el caso por ejemplo de Alfredo Ardila (colombiano) o Rafael Yuste (español) que trabajan en USA. Si bien, en el caso español existe una ola migratoria de científicos a partir de 2012, ha habido tímidos intentos de recuperación de esa masa social (becas Beatriz Galindo entre otras) y además en el caso de España la ciencia goza de muy buena salud situándola en el top 5 europeo, la calidad de sus doctorados está bien valorada y más bien existe un alto nivel educativo, por desgracia, en latinoamérica estamos aún muy lejos de poder proteger nuestra ciencia de esa manera. Actualmente además, el Ministro de Ciencia, Innovación y Universidades de España, el astronauta Pedro Duque ha puesto en marcha una campaña agresiva contra las pseudociencias, denominada #conprueba , algo que parece impensable en nuestra región donde gurús y charlatanes campan a sus anchas. Es por este motivo también por el que debemos mantener el nivel de exigencia para ser docente universitario y elevarlo en la medida de lo posible. Recuerdo una reunión de los entes de control (antiguo CEAACES) en la que participé como vicerrector y sugerí comenzara en Ecuador un proceso similar al que lleva a cabo ANECA que acredita a los docentes, a lo que se me respondió literalmente "Pedro, estamos a años luz de eso en Ecuador". Diré que lo viví con tristeza puesto que he venido a este país a impulsar la educación superior, su calidad y sobre todo a formar a los jóvenes ecuatorianos con todas las garantías científicas posibles y esa garantía sólo se adquiere tras una duro período de formación del profesorado lo que indudablemente no sólo supone conocimientos, aptitud investigadora sino también pedagógica. En mi caso, mientras realizaba mi tesis doctoral y mi formación investigadora se me incluyó ya en el cuerpo docente en los dos últimos años de los 4 que duró mi doctorado. Son innumerables los estudios que demuestran que los docentes que investigan son los que mejor enseñan, basta con adentrarse en las bases de datos científicas de Pedagogía para documentarse al respecto, claro que siempre es mejor seguir la corriente política de turno, la demogogia populachera o la cultura burocrática que amenaza a nuestras comunidades universitarias.

En suma, es irrelevante, redundante, tendencioso y demagógico preguntarse si es necesario tener PhD's en la universidad, ni siquiera tiene cabida, menos aún diría yo, preguntarse si es necesario para ser Rector.

Pedro C. Martínez, PhD
Universidad Católica de Cuenca
Ecuador





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