viernes, 10 de agosto de 2018

El reto de las enfermedades mentales y sus silentes acompañantes

Si existe un desafío para la ciencia en el siglo XXI es el de comprender, explicar y tratar las enfermedades mentales. 123 años después de que Freud escribiera "Ensayos sobre la histeria" seguimos con las mismas incógnitas. Qué son las enfermedades mentales? Cuándo se originan en la biografía del individuo? Qué las causa? Cuál es la forma más eficaz de tratarlas y si fuera posible, curarlas? Contestar a estas y otras preguntas de mayor calado se ha convertido en una obligación moral para la ciencia, no sólo por los afectados sino también por los enfermos silenentes, parafraseando al doctor Flórez Lozano (mi querido maestro), las familias. Si estuviérmos hablando de ingenierías y de construir un puente por si las aguas de Moisés retornaran a su cauce ya nos hubiéramos ahogado todos. Heidegger decía que "la nada misma nadea" y eso es lo que ocurre hoy en día con la Psiquiatría y la Psicología clínica por lo que respecta a dar contestación a las preguntas anteriores.

Con la intención de sugerir algunas respuestas, fundamentalmente orientadas a las familias que sin duda, se convierten en observadores impávidos de un fenómeno intangible, inefable e incomprensible. Daré algunas pistas clave de esas que no nos explican ni en el psicólogo ni en el psiquiatra.

Qué son las enfermedades mentales? Desde luego estamos en condiciones de decir, qué no son. No son enfermedades, puesto que no se puede decir, ni si quiera a la luz de los epatantes estudios de resonancia magnética funcional que exista causa estructural anatomopatológica alguna, ni virica, ni bacteriana. En el mejor de los casos podemos aferrarnos al eufemismo de que son "alteraciones funcionales". Por si fuera poco no hay dos enfermos iguales (ver Being sane in insane places en Science, de David Rosenhan), no hay síntoas patognomónicos y ni siquiera la teoría de la cognición corpórea puede explicar la interacción entre lo físico y lo psíquico. A mi modo de ver la explicación más brillante al respecto es la de George Canguilhem. Lo psíquico y lo físico son realidades paralelas y es una falacia lógica decir que lo uno causa lo otro.

Cuándo se originan en la biografía del sujeto? Indudablemente la historia de aprendizaje y desaprendizaje del sujeto y su capacidad o potencial de aprendizaje influye en el desarrollo del mantenimiento y mejora de los síntomas. La teoría etiopatogénica del trauma infantil no se ha demostrado y en cualquier caso son contados los trastornos que guardan una alta correlación con acontecimientos de la infancia (psicopatía, que no es considerada trastorno como tal y trastorno límite de la personalidad como los más evidentes). En cualquier caso tales conexiones entre infancia y trastorno adulto quedan en el ámbito de la correlación lo que nunca debe entenderse como causación.

Qué las causa? Las explicaciones más plausibles por más sorprendente que a muchos les pueda parecer proceden del enfoque conductista. Los determinantes socio-ambientales presentes y los repertorios básicos de conducta del sujeto adquiridos durante su historia de aprendizaje son los únicos factores que hasta ahora pueden colocarse en una cadena de sucesos causal y mediante su manipulación (ingeniería conductual) mejorar la situación (veáse el caso de la Desensibilización  sistemática en el tratamiento de las fobias por ejemplo).

Cuál es la forma más eficaz de tratarlas? Sin duda, la combinación de terapia farmacológica y conductual es lo más eficaz hasta la fecha si bien, estudios recientes indican que los pacientes prefieren el fármaco antes que la psicoterapia por aquello de la ley del mínimo esfuerzo y el principio de conservación de la energía. La extrapolación del modelo médico tiene la culpa. Hoy en día las únicas enfermedades mentales que tienen cura son aquellas que llevan a la extinción de la conducta por un buen diseño de intervención cognitivo-conductual que contempla todos los factores de reforzamiento presentes, los aisla y los neutraliza o los manipula experimentalmente. Los fármacos, cada vez más incisivos por el avance de las neurociencias, no curan, son paliativos.

Para terminar decir que la sociedad da claramente la espalda a aquellas personas con trastorno mental, tanto a nivel laboral como familiar y mucho más en sociedades urbanizadas que viven insertadas en un eje demoníaco producto del capitalismo salvaje que consiste en: "casa-auto-familia nuclear monogámica heterosexual-vacaciones-apariencia-happy end". Todo lo que se salga de ese modelo será condenado y dilapidado en redes sociales  y la vida en sociedad, habiéndose metamorfoseado los medios pero no los fines, es decir, quemar en la hogera al enfermo y condenar a su familia al ostracismo, la estigmatización social y el señalamiento con escarnio público virtual y presencial.

El panorama es de una realidad deshumanizada, deshumanizante y lo más preocupante, desértica en lo coneptual, lo epistemológico y lo gnoseológico. Solo el coraje, la entrega y el tesón de las familias puede generar la presión suficiente sobre científicos y políticos para encontrar respuestas que vayan más allá de tipificar otros 300 trastornos mentales más para seguir enriqueciendo las arcas de las empresas farmacéuticas, los gurús de la autoayuda y la mediocridad de aquellos profesionales que no se actualizan, no se preocupan por formarse, entran en el juego de la estigmatización y la titulitis y no se colocan en las zapatillas de sus pacientes y los desolados y maltratados zombies que deambulan con ellos por hospitales y recursos privados, dejándose hasta el último aliento de sus vidas por salvar a sus seres queridos de la ignominia, la condena social por ser "enfermo mental".

#yoSoySilente










domingo, 5 de agosto de 2018

De científicos a chanchos


Según fuentes chilenas la producción científica en Latinoamérica se ha duplicado (ha pasado de un 2 a un 4% aproximadamente de la producción científica mundial) entre los años 1997 y 2013, asimismo, en Asia ha ocurrido algo similar si bien Asia ya producía en 1997 el 15% de la producción mundial pasando al 31% aproximadamente. Solo 4 países latinoamericanos tienen representación entre los 40 primeros teniendo en cuenta la producción de documentos y el capital investigador: Chile, Argentina, Brasil y México (todos más allá del puesto 20, España ocupa el puesto 17 con más capital humano investigador que producción científica en relación a las personas en edad productiva). Tanto Europa occidental como Estados Unidos han bajado el ritmo productivo en los últimos años aunque siguen siendo los responsables de más de la mitad de la ciencia que se hace en el mundo. Sin embargo, a pesar de que los países en vías de desarrollo, excepto Asia (indudablemente China no entraría en la categoría de en vías de desarrollo) lideran el mando de la producción algo está ocurriendo para que continentes como el asiático le estén robando protagonismo a las poderosas economías norteamericana y europea. Para ello están sorteando las dificultades propias derivadas de la acumulación de capital en las distribuidoras científicas como por ejemplo Thomson Reuters (ISI WEB OF SCIENCE) que opera en Nueva York pero tiene representación en 93 países, o la base de datos Scopus de Elsevier que con 16.000 revistas científicas cumple todo el espectro del conocimiento, la mayoría de revistas son de pago. En los últimos años Brasil con sus propias bases de datos en acceso abierto y Rusia con el apoyo a sci-hub y otras puertas a la esperanza del conocimiento abierto. Son aún tímidos intentos contra la cruenta privatización del saber a la que le esperan tiempos más duros por la reducción drástica del gasto en investigación, becas de investigación y proyectos, como es el caso de España que cuenta con un excelente capital humano investigador al que no le ha quedado más remedio que emigrar como solución a sus expectativas de desarrollo profesional.
Con estos antecedentes es difícil para los latinoamericanos sobresalir en el panorama científico mundial. Al margen de los análisis cienciométricos, cualitativamente sí existen universidades como la UNAM o Campinas o Sao Paulo y muchos investigadores en puestos relevantes, tal es el caso de Rafael Reif, venezolano director del instituto tecnológico de Massachusetts, o el caso también de Alfredo Ardila, neuropsicólogo colombiano que trabaja en la Universidad de Florida. Tenemos casos silenciados como el de Juan Enrique Azcoaga, neuropsicólogo argentino que trabajó con el mismo Luria y cientos de casos más. El problema de la ciencia en Latinoamérica es más acuciante que el de España en tanto en cuanto se carecen de las fuentes de financiación para su impulso. Los motores económicos en el mundo están en manos anglosajonas, el idioma económico predominante es el inglés, hasta el punto de que la discriminación hacia otros idiomas se practica en las propias revistas, los medios de difusión del trabajo de investigadores latinoamericanos y caribeños son muy limitados a pesar de que la inversión en educación es elevada. Sinceramente, no podemos conocer los límites metodológicos de la ciencia latinoamericana con tantos condicionantes, económicos y sociopolíticos. Mientras que USA sigue obsesionada con cercenar las posibilidades de desarrollo latinoamericano, especialmente en la administración Trump, Europa da la espalda como quien no quiere la cosa más preocupada por los problemas internos que le ha generado un modelo que enriquece cada vez más a un grupo de la población y genera miseria en otro, incluso con formación. Las trabas y prejuicios del trabajo que gran número de investigadores realizan en Latinoamérica y el caribe, algunos migrantes europeos, otros latinoamericanos formados en Europa y finalmente muchos latinos sin oportunidades de cursar sus estudios de PhD en Europa por las restricciones de los doctorados, hacen que el esfuerzo productivo de los últimos años se antoje cuesta arriba. Como ya indiqué en entradas anteriores, la ciencia debe replantearse sus estándares de calidad, viciados por la influencia de las grandes editoriales (todas anglosajonas)  y por un deteriorado sistema de revisión de pares que pide a gritos ser perfeccionado. Algo falla además cuando de un profesional a otro tienes que escuchar que el tiempo que estás trabajando en pro del crecimiento de estos países será fútil y lo más triste que esos mensajes se escuchan en Europa y en la propia Latinoamérica.
Indudablemente, queda mucho por hacer, desde elevar el nivel de formación de los investigadores hasta hacer entender a las instancias administrativas que un académico no es un burócrata y que su labor principal no es lograr armar un portafolios a final de ciclo (dicho sea de paso hace más de 10 años que el portafolios está de modé en Europa) es decir, que un académico no es un burócrata y que no está a merced de la estructura administrativa. Del mismo modo que los creativos ingenieros de Microsoft tienen ambientes laborales adaptados a sus gustos, filias y fobias para que sean felices y produzcan más, en Europa un investigador entra y sale de su trabajo a su antojo e incluso labora sábados y domingos si es de su apetencia puesto que su rendimiento se mide por su producción científica y no por una huella de biométrico o el número de informes y parafernalia administrativa inútil que se le exige acá.  Por otro lado, los departamentos de talento a veces (in)humano se manifiestan timoratos y temblorosos a la hora de invertir en savia nueva que regenere el sistema, labor ardua y desesperada, auspiciándose de ideas rancias, carbonatadas y prejuiciosas que pivotan sobre la xenofobia y la visión monetaria cortoplacista sin ninguna planificación estratégica.  Por último, algo que debería haberse convertido en patrimonio cultural de la humanidad en América latina, el debate intelectual, solo existe en pequeños círculos egregios, normalmente fuera de la universidad, porque el docente apenas tiene tiempo para investigar después de 20 horas de clase y otras tantas de abundante labor administrativa, muchas veces superando la jornada de 40 horas semanales.
En el caso de Ecuador lo que tristemente he contemplado es que aquella política iniciada por Rafael Correa de formar becarios ecuatorianos en el exterior para a su retorno e incorporarlos a las universidades no sólo emblemáticas sino de toda la red pública y privada, incorporar investigadores extranjeros de alto nivel para formar a los docentes del viejo sistema y dotar a las IE’s de centros tecnológicos así como convertir la vinculación en verdadera transferencia del conocimiento, toda esa acertada estrategia se viene diluyendo como azucarillo.  Tanto los formados en el extranjero como los extranjeros mismos se han convertido en una amenaza y el único movimiento que se realiza es perpetuar a docentes sin título de PhD en universidades que abren sus puertas con la política del todo vale por falta de financiación y por si fuera poco impidiendo el intercambio de investigadores de las instituciones “cliente”, puro negocio y perpetuación de personas con baja o nula cualificación investigadora que eso sí contribuirán a cumplir con el criterio del CEAACES sobre el número de PHD’s. La misma política se sigue para las publicaciones centrándose solo en el número sin profundizar sobre si son fruto de un grupo de investigación y de un proceso investigador que por regla general lleva un año mínimo. Del mismo modo, se mide además a un matemático o un físico que un investigador de otra área a pesar de que es sabido que en Matemáticas el proceso investigador es mucho más prolongado, a veces períodos de hasta 20 años, al igual que en Física.

Si como parece en los próximos años asistamos a una nueva crisis económica, con mercados que oscilan al ritmo del precio del crudo nos esperan notables adversidades en las ciencias. La falta de liquidez convertirá la difusión científica en un mercado negro y tan dependiente de las compañías privadas como actualmente lo es la carrera espacial norteamericana, no tardaremos en ver un transbordador con anuncios de coca-cola, quién sabe si los investigadores para poder sacar adelante nuestros proyectos de investigación no tengamos que disfrazarnos de chancho o de gallina y promocionar a la empresa cárnica de turno.



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