Si existe un desafío para la ciencia en el siglo XXI es el de comprender, explicar y tratar las enfermedades mentales. 123 años después de que Freud escribiera "Ensayos sobre la histeria" seguimos con las mismas incógnitas. Qué son las enfermedades mentales? Cuándo se originan en la biografía del individuo? Qué las causa? Cuál es la forma más eficaz de tratarlas y si fuera posible, curarlas? Contestar a estas y otras preguntas de mayor calado se ha convertido en una obligación moral para la ciencia, no sólo por los afectados sino también por los enfermos silenentes, parafraseando al doctor Flórez Lozano (mi querido maestro), las familias. Si estuviérmos hablando de ingenierías y de construir un puente por si las aguas de Moisés retornaran a su cauce ya nos hubiéramos ahogado todos. Heidegger decía que "la nada misma nadea" y eso es lo que ocurre hoy en día con la Psiquiatría y la Psicología clínica por lo que respecta a dar contestación a las preguntas anteriores.
Con la intención de sugerir algunas respuestas, fundamentalmente orientadas a las familias que sin duda, se convierten en observadores impávidos de un fenómeno intangible, inefable e incomprensible. Daré algunas pistas clave de esas que no nos explican ni en el psicólogo ni en el psiquiatra.
Qué son las enfermedades mentales? Desde luego estamos en condiciones de decir, qué no son. No son enfermedades, puesto que no se puede decir, ni si quiera a la luz de los epatantes estudios de resonancia magnética funcional que exista causa estructural anatomopatológica alguna, ni virica, ni bacteriana. En el mejor de los casos podemos aferrarnos al eufemismo de que son "alteraciones funcionales". Por si fuera poco no hay dos enfermos iguales (ver Being sane in insane places en Science, de David Rosenhan), no hay síntoas patognomónicos y ni siquiera la teoría de la cognición corpórea puede explicar la interacción entre lo físico y lo psíquico. A mi modo de ver la explicación más brillante al respecto es la de George Canguilhem. Lo psíquico y lo físico son realidades paralelas y es una falacia lógica decir que lo uno causa lo otro.
Cuándo se originan en la biografía del sujeto? Indudablemente la historia de aprendizaje y desaprendizaje del sujeto y su capacidad o potencial de aprendizaje influye en el desarrollo del mantenimiento y mejora de los síntomas. La teoría etiopatogénica del trauma infantil no se ha demostrado y en cualquier caso son contados los trastornos que guardan una alta correlación con acontecimientos de la infancia (psicopatía, que no es considerada trastorno como tal y trastorno límite de la personalidad como los más evidentes). En cualquier caso tales conexiones entre infancia y trastorno adulto quedan en el ámbito de la correlación lo que nunca debe entenderse como causación.
Qué las causa? Las explicaciones más plausibles por más sorprendente que a muchos les pueda parecer proceden del enfoque conductista. Los determinantes socio-ambientales presentes y los repertorios básicos de conducta del sujeto adquiridos durante su historia de aprendizaje son los únicos factores que hasta ahora pueden colocarse en una cadena de sucesos causal y mediante su manipulación (ingeniería conductual) mejorar la situación (veáse el caso de la Desensibilización sistemática en el tratamiento de las fobias por ejemplo).
Cuál es la forma más eficaz de tratarlas? Sin duda, la combinación de terapia farmacológica y conductual es lo más eficaz hasta la fecha si bien, estudios recientes indican que los pacientes prefieren el fármaco antes que la psicoterapia por aquello de la ley del mínimo esfuerzo y el principio de conservación de la energía. La extrapolación del modelo médico tiene la culpa. Hoy en día las únicas enfermedades mentales que tienen cura son aquellas que llevan a la extinción de la conducta por un buen diseño de intervención cognitivo-conductual que contempla todos los factores de reforzamiento presentes, los aisla y los neutraliza o los manipula experimentalmente. Los fármacos, cada vez más incisivos por el avance de las neurociencias, no curan, son paliativos.
Para terminar decir que la sociedad da claramente la espalda a aquellas personas con trastorno mental, tanto a nivel laboral como familiar y mucho más en sociedades urbanizadas que viven insertadas en un eje demoníaco producto del capitalismo salvaje que consiste en: "casa-auto-familia nuclear monogámica heterosexual-vacaciones-apariencia-happy end". Todo lo que se salga de ese modelo será condenado y dilapidado en redes sociales y la vida en sociedad, habiéndose metamorfoseado los medios pero no los fines, es decir, quemar en la hogera al enfermo y condenar a su familia al ostracismo, la estigmatización social y el señalamiento con escarnio público virtual y presencial.
El panorama es de una realidad deshumanizada, deshumanizante y lo más preocupante, desértica en lo coneptual, lo epistemológico y lo gnoseológico. Solo el coraje, la entrega y el tesón de las familias puede generar la presión suficiente sobre científicos y políticos para encontrar respuestas que vayan más allá de tipificar otros 300 trastornos mentales más para seguir enriqueciendo las arcas de las empresas farmacéuticas, los gurús de la autoayuda y la mediocridad de aquellos profesionales que no se actualizan, no se preocupan por formarse, entran en el juego de la estigmatización y la titulitis y no se colocan en las zapatillas de sus pacientes y los desolados y maltratados zombies que deambulan con ellos por hospitales y recursos privados, dejándose hasta el último aliento de sus vidas por salvar a sus seres queridos de la ignominia, la condena social por ser "enfermo mental".
#yoSoySilente
Con la intención de sugerir algunas respuestas, fundamentalmente orientadas a las familias que sin duda, se convierten en observadores impávidos de un fenómeno intangible, inefable e incomprensible. Daré algunas pistas clave de esas que no nos explican ni en el psicólogo ni en el psiquiatra.
Qué son las enfermedades mentales? Desde luego estamos en condiciones de decir, qué no son. No son enfermedades, puesto que no se puede decir, ni si quiera a la luz de los epatantes estudios de resonancia magnética funcional que exista causa estructural anatomopatológica alguna, ni virica, ni bacteriana. En el mejor de los casos podemos aferrarnos al eufemismo de que son "alteraciones funcionales". Por si fuera poco no hay dos enfermos iguales (ver Being sane in insane places en Science, de David Rosenhan), no hay síntoas patognomónicos y ni siquiera la teoría de la cognición corpórea puede explicar la interacción entre lo físico y lo psíquico. A mi modo de ver la explicación más brillante al respecto es la de George Canguilhem. Lo psíquico y lo físico son realidades paralelas y es una falacia lógica decir que lo uno causa lo otro.
Cuándo se originan en la biografía del sujeto? Indudablemente la historia de aprendizaje y desaprendizaje del sujeto y su capacidad o potencial de aprendizaje influye en el desarrollo del mantenimiento y mejora de los síntomas. La teoría etiopatogénica del trauma infantil no se ha demostrado y en cualquier caso son contados los trastornos que guardan una alta correlación con acontecimientos de la infancia (psicopatía, que no es considerada trastorno como tal y trastorno límite de la personalidad como los más evidentes). En cualquier caso tales conexiones entre infancia y trastorno adulto quedan en el ámbito de la correlación lo que nunca debe entenderse como causación.
Qué las causa? Las explicaciones más plausibles por más sorprendente que a muchos les pueda parecer proceden del enfoque conductista. Los determinantes socio-ambientales presentes y los repertorios básicos de conducta del sujeto adquiridos durante su historia de aprendizaje son los únicos factores que hasta ahora pueden colocarse en una cadena de sucesos causal y mediante su manipulación (ingeniería conductual) mejorar la situación (veáse el caso de la Desensibilización sistemática en el tratamiento de las fobias por ejemplo).
Cuál es la forma más eficaz de tratarlas? Sin duda, la combinación de terapia farmacológica y conductual es lo más eficaz hasta la fecha si bien, estudios recientes indican que los pacientes prefieren el fármaco antes que la psicoterapia por aquello de la ley del mínimo esfuerzo y el principio de conservación de la energía. La extrapolación del modelo médico tiene la culpa. Hoy en día las únicas enfermedades mentales que tienen cura son aquellas que llevan a la extinción de la conducta por un buen diseño de intervención cognitivo-conductual que contempla todos los factores de reforzamiento presentes, los aisla y los neutraliza o los manipula experimentalmente. Los fármacos, cada vez más incisivos por el avance de las neurociencias, no curan, son paliativos.
Para terminar decir que la sociedad da claramente la espalda a aquellas personas con trastorno mental, tanto a nivel laboral como familiar y mucho más en sociedades urbanizadas que viven insertadas en un eje demoníaco producto del capitalismo salvaje que consiste en: "casa-auto-familia nuclear monogámica heterosexual-vacaciones-apariencia-happy end". Todo lo que se salga de ese modelo será condenado y dilapidado en redes sociales y la vida en sociedad, habiéndose metamorfoseado los medios pero no los fines, es decir, quemar en la hogera al enfermo y condenar a su familia al ostracismo, la estigmatización social y el señalamiento con escarnio público virtual y presencial.
El panorama es de una realidad deshumanizada, deshumanizante y lo más preocupante, desértica en lo coneptual, lo epistemológico y lo gnoseológico. Solo el coraje, la entrega y el tesón de las familias puede generar la presión suficiente sobre científicos y políticos para encontrar respuestas que vayan más allá de tipificar otros 300 trastornos mentales más para seguir enriqueciendo las arcas de las empresas farmacéuticas, los gurús de la autoayuda y la mediocridad de aquellos profesionales que no se actualizan, no se preocupan por formarse, entran en el juego de la estigmatización y la titulitis y no se colocan en las zapatillas de sus pacientes y los desolados y maltratados zombies que deambulan con ellos por hospitales y recursos privados, dejándose hasta el último aliento de sus vidas por salvar a sus seres queridos de la ignominia, la condena social por ser "enfermo mental".
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