martes, 20 de marzo de 2018

Tiempo de silencio

Durante mi último año de bachillerato aprendí la paradoja ontológica más hermosa, el ser humano, un ser construido para comprender a través de la sórdida vía de la imperfección genética, se enfrenta a un entorno fundamentalmente ininteligible, como si estuviéramos ante un conjunto de negras, corcheas y semicorcheas sin poder descifrarlas. Dios ha escrito la música más hermosa para una audiencia incondicional de siete mil millones de sordos y Freud o Nietzsche nos lo cuentan, de forma tan transparente... y les deseamos la crucifixión como agradecimiento, una vez más, incomprensible, demasiado humano...el ser, insoportable, no por su levedad sino por su liviandad.

Lo que nos hace grandes, siguiendo el j(f)uego de los contrarios siempre está precedido del silencio. Es curioso cómo Skinner o Chomsky, con diferentes sables para batirse en duelo pero ataviados con las mismas ropas nos enseñan que el lenguaje, es sin duda nuestro distintivo. Pero ninguno de ellos, ni siquiera Levi Strauss, sino Lacan comprenden la impenetrabilidad del simbolismo lingüístico. Importa más lo que no decimos que lo que decimos. El silencio es la complicidad, no el verbo.

Querida amiga, te escribo esto, siendo consciente que hablo en prosa, aunque prefiera el verso, por todos los silencios vividos. Todos ellos hacen más sublime lo percibido, aunque sigue siendo igualmente incomprensible. Lo más importante no está en los acentos, está en las pausas, no está en el verso sino en la rima, no está en el cuento sino en quién y cómo lo cuenta. Todos los acontecimientos vividos en estos últimos "tiempos de silencios" representan una simple burla de lo ignoto. Otra vez el trágico y paradójico silencio, que nos salva y al tiempo nos condena.  El comportamiento humano se nos quiere revelar como comprensible cuando no lo es, al menos en su superficie y los inconscientes a veces son tan reveladores y translúcidos que parecen verdades tautológicas, irrefutables, como puñetazos limpios y secos en el cuadrilátero de los campeones. Así se traducen actitudes, gestos, dimes y diretes, desplantes, tretas tartufas o morlacas, muescas y sombras en una sola simple lectura, en una sola nota: Fa Fa Fa Fa Fa...Fa Fa Fa Fa Fa que es la misma nota que cantan Talking Heads en su canción Psychokiller. Tenemos efectivamente para escribir una obra de Moliere o de Beckett, ahora bien, no le busques explicación a lo vivido, ni lo aceptes como es, contémplalo como el arquitecto de Matrix contempla su obra, con templanza y suficiencia, la que te da ver las cosas desde la distancia de tu niñez, tu frescura valenciana, tu gracia sevillana, tu historia en la venas, tu furia española. No quieras comprender, vive como quieras, cuando quieras, hasta donde quieras. Vive desde la intensidad de tu intención sin que la intersubjetividad te hiera, que lo que la construye también lleva tus huellas. Vive con orgullo y displicencia, disfruta tanto de la poesía de Sade como de la de Mairena y no mires atrás, aunque si miras no te convertirás en estatua de sal porque no hay realidad más palpable que la del que se impone a la nada de lo impuesto, a la conserva cultural,a la tradición, al renglón recto de Dios. No hay mayor orgasmo que el de ser libre y vos como nadie, sabes ser libre. Aunque la libertad ya sabes que molesta porque es lo más difícil de aprender, es el obstáculo a saltar, la materia a superar y quienes quieren pasar la prueba sin granos en la adolescencia, sin tocar las vallas, sin materias reprobadas, sin marcas en sus pulcros zapatos, sin una arruga en el vestido, es que no han vivido, ya se han muerto. 

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