domingo, 4 de febrero de 2018

Oh capitán, mi capitán

Dice Salvador Dalí que lo que provoca interés es la provocación. Esta entrada surge de mi interés por la provocación que supone que un alumno se salga del margen establecido, de las normas, de los sílabos de las rigideces del sistema. Con el señor JB me ha ocurrido eso, ha sido una gran bofetada de aire fresco en mi quehacer docente, un lavarse la cara con el agua con que a Pilatos le lavaban los pies, un volver a los orígenes de la esencia de ser docente. Refrescar al lúgubre  Lovecraft, a los románticos, a la sublimidad de Baudelaire y la prosa poética de Poe. Ha supuesto un despertar al más puro estilo dopaminérgico de los de la película de De Niro y Robin Williams que lleva ese título: Despertares. Los docentes hoy día viven un letargo cíclico envuelto en burocracia, acéfalo y ramplón en lo intelectual, renuente a la displicencia clásica del alumno preguntón, al cual no le mató la curiosidad sino la pedagogía hecha ISO 9000 y la normalización de algo que es materia oscura, radiación de fondo en Educación, esto es, el vínculo, el apego docente-alumno y que es lo que nos hace continuar parafraseando a Sonia Nieto y su What keeps teachers going? Gracias señor Bucheli por sacarme de la anomia, del sinsabor que supone estar dos meses en una dirección de carrera y no tener ni un solo debate intelectual salvo con usted.

Cuando era chico me quedaba extasiado observando los caracoles, no comprendía entonces ni lo que me maravillaba de ellos, si su lentitud, emulando a Milan Kundera, si sus cuernos al sol como decía alguna canción popular de la que no me acuerdo (cual lugar de la Mancha en desmemoria) si su asexuada vida o si simplemente la casa que llevan a cuestas, con esa sinuosa y suntuosa pose en espiral. Creo que era eso, la circularidad recurrente, como en la serie Dark, la mezcla entre pasado, presente y futuro, nuestra paradójica obsesión con el tiempo, lo realmente importante y esencial de la vida que diría Einstein, el tiempo, y resulta que no es lineal. Que no señores, que la clase no termina a las 6pm en punto, que la clase ya había empezado antes de las 5pm en punto que el conocer a un alumno nuevo no es pasar lista, sino celebrar que otro alma traspasa tu vida y que muchas de ellas te atraviesan de tal modo que habitan por siempre en tu corazón pre-aristotélico. Imagínense si como docentes les ocurre eso con 24 almas, llegas a estar tan unido a ellos que piensas, sientes y actuas como si fueras ellos, tal es así que ves por sus ojos, crees sentir su presencia cuando no están y cuando los ves te ocurre que te emocionas como cuando le pedías una firma a tu estrella favorita de fútbol o basquetbol. Tal es así que les sientes crecer dentro de ti, como esa primera plantita que en el colegio sembraste en el vaso de un yogurt. 

Por suerte es cada vez más frecuente encontrar docentes como Miss A, cuyo caso fue descrito en Harvard Educational Review por el pedagogo Eigil Pedersen que relata también brevemente en "An apple for Miss A" la premio George Miller de Psicología, la canadiense Judith Rich Harris en su libro "The Nurture Assumptiom". En este caso se habla de docentes capaces de superar cualquier sesgo o prejuicio con respecto a sus alumnos, de CLASE SOCIAL, RAZA o NACIONALIDAD,  incluso de INTELIGENCIA, para concebir al grupo clase como UN TODO, donde se superan las profecías autocumplidas y todos tienen la misma probabilidad de tener éxito, donde el profesor se esfuerza por conocer a sus alumnos más allá de su limitada cosmovisión de aula, donde el profesor establece un vínculo único con sus alumos y les hace sentirse especiales, como ocurre en HOY EMPIEZA TODO de Tavernier. 

Y lo que narro más arriba ocurre, AUNQUE HAY QUE EMPEÑARSE EN QUE OCURRA y casi me ocurrió con un primer ciclo este año con el que desgraciadamente no tuve tiempo de intimar y me ocurrió de forma definitiva dejándome enamorado hasta las trancas con 5to.D de Psicología clínica de la "cato" de Cuenca en este ciclo. Sin olvidar a aquellos chicos de otros grupos y cursos que espontáneamente se han acercado a mi durante el amanecer y durante el ocaso o los que rápidamente se alistan en tus proyectos de investigación de forma totalmente altruista y generosa. Te deja exhausto y dolorido cuando debes decir adiós, como a quien amputan un brazo y sigue ahí, como miembro fantasma, te esfuerzas en buscar y no lo ves. El miembro fantasma es en este caso tu alter ego colectivo el de todos esos guambritas de los que tuviste el futuro, su futuro, en tus manos, como cuando tuve aquel caracol en mis manos y me enfrascaba en la espiral de su casa a cuestas, en este caso la espiral de los aprendizajes que cada uno de mis alumnos llevan a cuestas. Cómo resuenan las trompetas de sus antenas en mi caja de resonancia emocional pidiendo a gritos polifónicos que no deje morir las partículas de fraternidad que hicieron posible nuestra relación. Y vuelta a ver el caracol en mi recuerdo y la estructura espiral que acontece cada ciclo en cada aula y en cada lugar al que voy, reeditando las huellas del amor, única posible vía para la Educación. Porque no hay manzana de Newton, manzana de la señorita A, sin amor ni caracol. Todo es cíclico, todo se repite. Hoy he vuelto a comenzar una historia que por suerte siempre acaba igual. Transcurría el año 1999 cuando mis alumnos me recibían en clase emocionados con una placa en la mano que me entragaban al tiempo que se "paraban de pie" encima de sus mesas y me gritaban  "Oh capitán, mi capitán". 

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