domingo, 22 de julio de 2018

Higiene de las publicaciones científicas

Con este breve post pretendo recordar los meatos espumantes de la ciencia, es decir, aquellos orificios por donde debe respirar y que en los últimos tiempos se han convertido en vía de salida a su enfermedad purulenta. Por sus aberturas la ciencia debería comunicarse con la sociedad y sin embargo, solo nos está mostrando sus infecciones. Mencionaré algunas de ellas la sana intención de que aquellas personas con responsabilidad en instituciones de educación superior puedan tener una orientación de la higiene de sus organizaciones al respecto. 

Publicar debería constituir el objetivo máximo de un docente investigador, tanto por dar a conocer al resto de la comunidad científica y la sociedad sus hallazgos de investigación como por sintetizar el trabajo realizado para seguir avanzando. Sin embargo, asistimos a una mercadotecnia insoportable de publicaciones buscando publicar a cualquier precio y cualquier cosa, sin tener datos o sin haber realizado una revisión de calidad, publicar por publicar sin saber muchas veces qué se publica y qué repercusiones pueda tener en la sociedad. Todo ello sin considerar el utópico deseo minoritario, de transformar la sociedad. Se busca una revista que muchas veces no es ni afín al área, se estudia si tenemos o no "amiguetes" en el consejo editorial, se pagan hasta 800 dólares por publicar y se coloca en la publicación a otros amiguetes así sean o no del área, hayan participado o no en el estudio. Solo se considera como criterios de calidad de un trayectoria investigadora el impacto o citas recibidas y los montos de financiación, independientemente de lo tedioso o irrelevante del estudio. Lo más triste, publicar se ha convertido en un negocio, incluso se paga por el acceso abierto. Las instituciones buscan tener publicaciones para obtener su acreditación no por incremetar su aporte a la comunidad, haciendo lo que mejor deberían hacer las univesidades: ciencia. Ya ni siquiera se buscan los estudios producto de la internacionalzación sino que se busca perpetuar redes improductivas o con producción poco relevante simplemente bajo la excusa de que la mano de obra extranjera es más cara o de que hay que cuidar lo nuestro en un claro mensaje entre xenofóbico y demagógico, despreciando los beneficios de la iternacionalización y del intercambio de experiencia científica. Con el pretexto de la pertinencia a veces también se esconde un localismo etnocéntrico que buscando en un principio algo perfectamente legítimo y deseable como es la vinculación con la comunidad impide por otro lado la proyección internacional y subsume a las organizaciones en una política de recrearse con su ombligo y buscar únicamente la titulitis.

Por otro lado, la falta de cultura científica hace que las universidades se aferren a un sistema administrativo de gestión, excesivamente burocratizado, lleno de modelos y formatos perdiendo el horizonte de lo verdaderamente importante. El investigador tiene que tener libertad para investigar no estar sometido a un intrusivo y asfixiante sistema de vigilancia penitenciaria cuya única eficacia es la que establece el biométrico de marcado que nos dice la fiabilidad del docente al marcar, nada más. La visión además cortoplacista de fabricar PhD's en masa, todos en una misma área y experticia repitiendo errores del pasado simplemente por cumplir criterios desde dentro y para los de adentro hace que entre otras cosas Ecuador ignore los ecuatorianos que por miles se han ido a cursar doctorados a las mejores universidades en el exterior y podrían aportar mucho más a las instituciones de lo que hacen los que llevan 20 años marcando sin falla en un biométrico. Por suerte las 5 mejores universidades del país ya han comprendido eso, ahora solo hace falta que lo comprendan el resto.

En julio de 2015 se publica un artículo en Mente y Cerebro de Investigación y Ciencia "Nueve ideas para mejorar la neurociencia" que bien puede aplicarse a cualquier ciencia. En el artículo se habla de criterios de calidad más estrictos. Los diseños experimentales adolecen de anomalías en su aleatorización, las muestras son insuficientes, las pruebas estadísticas están mal escogidas, etc. Además muchos estudios carecen de validez (no representan a la población a la que supuestamente van dirigidos) o pertinencia, es decir carece de relevancia para el contexto en que se realizan. Solo interesan determinados estudios y no responde este interés al progreso de la ciencia sino a que los resultados sean positivos o a las corporaciones que mantienen las revistas que los publican, falta transparencia. La obsesión por este tipo de estudios ha obviado bajo el paradigma de la originalidad la importancia de las replicaciones, socavando ese principio fundamental de la ciencia, replicar. Se incentiva la cantidad de publicaciones pero no la calidad, no importa la redacción, no importa que se cumplan los principios de aleatorización, no importa el diseño ni la adecuación de los estudios estadísticos, solo importa la espectacularidad de lo publicado siguiendo criterios únicamente basados en el marketing. El método de la revisión por pares a veces causa hilaridad, amigos de amigos, pares ciegos que no son ciegos... Como revisor me resulta curioso también el aumento de la autocita y la falta de autocrítica de los textos que he revisado en los últimos años.

Por último, la cienciometría se ha convertido en un instrumento político más para sacar pecho ante otros países en vez de focalizarnos en resolver los problemas de la humanidad.




sábado, 21 de julio de 2018

El hombre es un zombie para el hombre

En la pirámide trófica el canis lupus está obviamente entre los carnívoros, en el penúltimo nivel, por encima se encuentran los carroñeros (i.e, cóndor, gallinazo, zombie) por tanto, como decía Hobbes, no podríamos hablar propiamente de "homo homini lupus" porque en la actualidad el homo sapiens ya va más allá. Hemos creado una sociedad que vive definitivamente de la carroña, donde las guerras y la miseria humana se convierte en triunfo televisivo, los gobiernos son teledirigidos por las grandes compañías siendo los ciudadanos meras marionetas cuya motricidad depende completamente de los hilos financieros que las mueven y en sus ojos opacos y anegados por el vacío se intuye una realidad zombie, una sociedad absolutamente unidimensional que diría Marcuse. El optimismo se ha convertido en la estulticia paranoide sobre un posible error de "la matrix" reduciendo toda quimera humana a ser una simulación o un juego de dados, lejos del sueño de Einstein.

 


Con esta sopa primigenia y en pleno estupor catatónico a la espera de un nuevo crack del 29 y tal como expresaba hace ya más de 14 años en mi artículo "Las cuerdas de la tormenta" definitivamente hemos vivido épocas más violentas pero no necesariamente más estúpidas o deshumanizadas. Es precisamente en este caldo bacteriano de sociopatía, explícita en culturas barbarizadas e implícita en las sociedades occientales burguesas, en que surgen víctimas, victimarios y asesinos seriales, cada vez más mediáticos con millones de visualizaciones en youtube (cfr. "look at your game girl") series de ficción de culto y género propio en el séptimo arte. En la era de la golosina visual, que diría Ramonet, tenemos entre un 1 y un 4% de psicópatas según un estudio epidemiológico de  Psychiatric Annals. Para colmo Spinoza se convierte en Morfeo y Dios desaparece (zeitgeist) dejando que el signo de los tiempos sea un sentido de la existencia que se ralentiza como la rotación de la tierra recordándonos iterativamente que el tiempo es estático, no lineal. 

En las cárceles encontramos 10 veces más de psicópatas que en la población general, pero entre los ejecutivos 4 veces más. Ahora bien, según Cleckley estudiado más tarde por Hare las características del psicópata son:
Encanto superficial e inteligencia.
Ausencia de delirios u otros signos de pensamiento no racional.
Ausencia de nerviosismo o manifestaciones psiconeuróticas.
Escasa fiabilidad.
Falsedad o falta de sinceridad.
Falta de remordimiento y vergüenza.
Conducta antisocial sin un motivo que la justifique.
Juicio deficiente y dificultad para aprender de la experiencia.
Egocentrismo patológico e incapacidad para amar.
Pobreza generalizada en las principales relaciones afectivas.
Pérdida específica de intuición.
Insensibilidad en las relaciones interpersonales generales.
Conducta extravagante y desagradable bajo los efectos del alcohol y, a veces, sin él.
Amenazas de suicidio raramente consumadas.
Vida sexual impersonal, frívola y poco estable.
Incapacidad para seguir cualquier plan de vida.

Habitualmente, vemos estas conductas enmarcadas en una personalidad psicopática, en un trastorno de la personalidad antisocial, algunas en un trastorno narcisista de la personalidad o incluso en un trastorno disocial (anterior a los 18 años de edad).  Es decir asociamos las conductas a un patrón y etiquetamos a una persona con ese patrón, pero  pregúntese por un momento, cuán habituales son estas conductas en su entorno? Las conductas no son solo la persona que las emite, son también un entorno. Vivimos en entornos psicopatofílicos, donde muchas de esas conductas están normalizadas, tanto en la política, como la universidad, el sector financiero, etc.

Planteado el problema y por seguir con la serie Z (de zombie) la solución es indudablemente una vacuna que muchos ya habrán pensado que puede ser eficaz y es aquella que encuentre una combinación perfecta entre oxitocina y serotonina, es decir, pueden llamarla si quieren: amor. Si bien la gran mayoría de los humanos parecen necesitar terapia génica para alcanzar los niveles necesarios de ambas  neurohormonas.



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